Reflexionamos sobre las relaciones que pueden llegar a ser dañinas y sobre la dificultad de alejarnos para cuidarnos. Para ello, vamos a emplear el dilema del erizo de Schopenhauer y explicamos qué es la ambivalencia emocional.

¿Qué es el dilema del erizo?

Este dilema, explicado en forma de fábula, dice así:  un grupo de erizos temblaba por el frío. Notaron que al aproximarse los unos a los otros sentían menos frío, así que comenzaron a juntarse. Pero, al aproximarse demasiado, comenzaron a sentir que las espinas de los demás les herían. Cuanto más se acercaban, mayor era el dolor que les producían las espinas. Sin embargo, al separarse de nuevo volvieron a temblar de frío. Poco a poco y tras varios intentos, los erizos  consiguieron encontrar la distancia adecuada: ni tan cerca como para hacerse daño, ni tan lejos como para pasar frío.

¿Para qué nos sirve este relato?

Esta metáfora nos sirve para ilustrar cómo en ocasiones alguna de nuestras relaciones puede ser dolorosa si nos acercamos demasiado. Relaciones en las que aunque pidamos cambios y expresemos nuestro malestar de la manera más eficaz a nuestro alcance, el bienestar en la relación no se produce y lo que sí sentimos es desgaste, rechazo y malestar. En estos casos, tomar como ejemplo el dilema del erizo para protegernos puede sernos de ayuda. Quizás sea el momento de plantearnos tomar distancia física o emocional, cuidarnos del daño que esa relación nos genera. Tomar distancia para cuidarnos.

Sin embargo, tomar esta decisión de distanciarnos puede ser muy difícil si se trata de relaciones muy cercanas e incluso de familiares. Puede costarnos entender cómo puedo alejarme de alguien a quien quiero, cómo puedo seguir cerca de quien me hace daño. Es interesante aquí entender la ambivalencia emocional en los seres humanos. Esto es, sentir emociones contradictorias hacia una persona: podemos seguir queriendo a alguien aunque nos haya hecho mucho daño, aunque nuestra razón nos diga con claridad que es mejor alejarnos, que esa relación solo nos va a seguir generando dolor y malestar. Podemos querer y sentir rechazo al mismo tiempo hacia la misma persona.

¿Cómo puedo manejar esta ambivalencia emocional?

Como comentábamos, entender que puede resultarnos muy difícil tomar esta decisión de cuidarnos y llevarla a cabo. Adoptar una actitud comprensiva, podemos hacerlo poco a poco, como los erizos, ir probando la distancia más adecuada para tu bienestar sin necesidad de pasar frío, pero tampoco permitir el daño.

Podemos comenzar por pararnos a sentir esta dualidad natural, nuestras emociones encontradas sin rechazarlas. Te proponemos el siguiente ejercicio: siéntate cómodamente, toma un par de respiraciones profundas tomando aire sin esfuerzo y soltándolo lentamente. Piensa en esa persona hacia la que sientes sentimientos encontrados, nota esas emociones y dónde las sientes en el cuerpo, probablemente esas sensaciones se concentren más en una parte de tu cuerpo, deja ir el pensamiento o la imagen sobre esa persona, intenta observar tu sensaciones sin juzgarlas,  acógelas sin rechazarla. Si aparecen pensamientos o juicios puedes decirte <<es natural sentir lo que siento, tengo derecho a sentirlo, me doy permiso>>. Tras un minuto, toma otro par de respiraciones profundas y observa cómo te ha sentado dejar a un lado la lucha interna.

Practicar este ejercicio, puede ser un buen primer paso. Recuerda que toda energía que empleamos en una lucha interna es una energía que no tenemos disponible para el cambio que necesitamos.

Una vez que conseguimos dejar de batallar con nuestras emociones,  podemos dar el siguiente paso e ir probando los límites que necesitamos poner para protegernos y cuidarnos en esa relación.

Es posible que para poder trabajar esta ambivalencia, materializar esta distancia y mantenerla necesites ayuda, apóyate en aquellas relaciones que son un soporte y no tienen el coste del daño. No tenemos por qué hacer solos algo que puede ser muy difícil. Y si es necesario, pide ayuda profesional.

Recuerda: ninguna relación debería estar por encima de tu salud emocional y psicológica.