¡Ha llegado la hora de presentar ese proyecto que llevas tanto tiempo preparando! Es un momento importante pero tampoco se te va la vida en ello, la verdad.

Te lo has preparado, estás en el tiempo correcto, todo tu trabajo está revisadísimo y con el formato adecuado. Llevas varias copias por si acaso no funciona el archivo.

Y entonces empiezas a hablar. La sensación es como que todo se aleja. Notas (o quizás no) que una ola de calor te sube desde lo más profundo y te inunda la cara que se te pone roja, empiezas a sudar y a temblar. Todo esto es vergüenza y miedo y son emociones normales y adaptativas dada la situación.

El ser humano puede gestionar muchas emociones, y situaciones adheridas a las mismas, muy estresantes o intensas. El asunto es: ¿esta situación puede bloquearme? ¿Es posible, o me ha pasado alguna vez, que me quede en blanco? ¿Me bloquee? ¿Me quede mirando a un punto fijo? ¿Me vaya corriendo…? Las posibilidades catastróficas, una vez que se desata una, son infinitas.

Lo que puede ser también muy extenso es nuestro malestar. Así que, ¿qué hacemos con eso?

Ahí está la clave. Y ahí es donde entran en juego los fantasmas que suelen habitar en la parte más alta: en el cerebro.

Me gusta llamarlos fantasmas porque ciertamente son voces invisibles que nos causan calumnias. Y sí, nos traen un mensaje, pero este no nos deja buen cuerpo.

Estas voces son ecos de lo que una vez nos dijo alguien, o recibimos con otras palabras, miradas o hechos. Alguna vez hemos podido creer que no somos suficientes o no estamos a la altura. También hemos podido sentir la sensación de no ser capaces de afrontar algo o de que estamos en peligro.

Las redes neuronales de memoria son muy complejas y ricas. Estas almacenan información por muchos tipos de vía: auditiva, visual, táctil…, cualquier estímulo que en su día nos resultase alarmante o estresante puede representar alguna dificultad para nosotros hoy día.

¿Has localizado a tus fantasmas? puede que siempre vivan ahí, pero lo importante sin duda es comprender nuestros miedos y tratarlos con el cariño que se merecen: «¡Sí, soy suficiente!», «¡Sí, soy capaz!». «¡Ya no estoy en peligro!» y arrojarles luz a los rincones más oscuros de nuestro desván, hacerlo acogedor y habitable.

La terapia EMDR puede ser muy beneficiosa para tratar este tipo de creencias negativas que a partir de la experiencia se han ido formando en nuestros sistemas. Acude a un profesional siempre que lo necesites.

Tu salud y bienestar es lo más importante.